A modo de presentación (2) — Músicas en Diagonal — Zelenka y Glass
Pues bien, sigo presentándome, poniendo en orden todo esto, poquito a poco. Y en la entrada de hoy, acabo proponiendo trazar una diagonal entre Jan Dismas Zelenka y Philip Glass, ahí es nada.
Le tomo prestada a Diego Fisherman la hermosa expresión de Las Músicas en Diagonal, el mismo nombre de un programa de radio que él presentaba antaño desde Argentina; y luego, el de un libro suyo con el que tuve la suerte de toparme en una librería de viejo algecireña. La diagonal sugiere de forma bastante gráfica esa idea de transversalidad entre épocas y regiones que tanto disfruto: basta un solo punto en común para acercar piezas en apariencia distantes sin tener en cuenta clasificaciones temporales o geográficas, y para luego poder conocerlas desde otro punto de vista. Esos nexos pueden estar en el argumento y, de haberla, en la letra; también, en las circunstancias biográficas del compositor.
Pero no me negarán que los más interesantes, al menos a priori, son los nexos explícitamente musicales. Y aquí es donde ya piden paso el checo y el estadounidense… démosles paso pues, y juzgad primero vosotros mismos. Respetad el orden propuesto, os lo recomiendo; y no seáis tiquismiquis, que esto es un juego de sugerencias estilísticas, no de parecidos exactos.
Primero, os invito a recordar el primer movimiento del primer concierto para violín del neoyorquino:
Entrados ya en ambiente, probad ahora con un pasaje de su cuarteto sobre Mishima:
Y ahora, por fin, viajemos a Dresde en 1741. Se trata de un breve pero interesantísimo pasaje, el Benedictus, de una de las últimas misas compuestas por Zelenka:
¿Escucháis esos arpegios del mismo modo que si hubiérais puesto de fondo la misa completa? Me encantará leer vuestros comentarios, a ver quién se arranca primero.
Opino que el músico barroco, en un alarde de genialidad visionaria, anunció algo de la música del futuro; y ello, sin ser necesariamente consciente, igual que Miguel Ángel a Rodin, igual que Velázquez a Monet. Es un pasaje que podría pasar desapercibido; de hecho, es breve y tiene carácter introductorio para el movimiento siguiente. Pero degústenlo varias veces con atención y fruición: es precisamente en las transiciones, en los esbozos, en donde a veces se muestran los más fascinantes compositores. En cuanto a Glass, el minimalista, es lógico que la búsqueda de un esencialismo sonoro implique siempre un viaje al pasado, consciente o no, al encuentro de la desnudez prerromántica, de la concisión más extrema.
Una concisión de la que también sabían mucho los barrocos, a pesar de eso que se cuenta siempre de la recarga churrigueresca y del horror vacui como síntomas exclusivos de la que es, dicho sea de paso, mi época favorita.
Pero todo eso es ya otra historia, la dejaremos para otro día…